Autores:
Luis E. González Salazar / Martha Guevara Cruz
Introducción
En los primeros años de vida la velocidad de crecimiento en los niños es extraordinariamente rápida; en el primer año el niño puede aumentar su talla en 25 cm aproximadamente, mientras que el peso aumenta el doble al cuarto o quinto mes y se triplica respecto a su peso de nacimiento al año de vida; así mismo, hay un aumento del perímetro craneal o perímetro cefálico que refleja de manera indirecta el crecimiento cerebral, siendo la velocidad de crecimiento máxima en los primeros 2-3 años de vida, que es cuando se produce el mayor aumento en la conectividad neuronal (1) . Increíblemente, nuestro cuerpo en ningún otro periodo de nuestra vida crece a esta velocidad como en el primer año de vida. Luego, en el segundo y tercer año, la velocidad de crecimiento disminuye gradualmente, aumentando la talla entre 10 a 12 cm en el segundo año, y alrededor de 8 cm en el tercer año. Mientras que, la ganancia de peso es de solo 2-3 kg por año (1). Durante los primeros años de vida, el cerebro alcanza la máxima capacidad de plasticidad o maleabilidad, en donde las experiencias vividas y los factores ambientales expuestos en esta etapa pueden moldear tanto estructural como funcionalmente el cerebro y promover o proteger el desarrollo de enfermedades en la edad adulta (2). El principal factor ambiental que influye en el crecimiento es la nutrición. Una nutrición adecuada durante los primeros años de vida es de suma importancia para la supervivencia, el crecimiento, el desarrollo y la salud a largo plazo hasta la edad adulta. Es durante la infancia y la primera niñez cuando se producen los trastornos irreversibles en el crecimiento lineal y los déficits cognitivos. La nutrición inadecuada (ya sea excesiva o insuficiente) durante este período crítico contribuye a un mayor riesgo de enfermedad o muerte (3).
Malnutrición en los primeros años de vida
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la malnutrición se refiere al desequilibrio; ya sea en el exceso o déficit en el consumo de energía y/o nutrimentos respecto a las necesidades del cuerpo para mantener un óptimo crecimiento y/o estado de salud. La deficiencia en el consumo de energía y/o nutrimentos como vitaminas y minerales conlleva a la aparición de desnutrición la cual se puede manifestar mediante el retraso en el crecimiento (talla baja para la edad), emaciación (peso bajo para la estatura) o bajo peso (peso bajo para la edad). Mientras que, el exceso en el consumo de energía conduce al sobrepeso u obesidad y a las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta; como las enfermedades cardiacas, diabetes, cáncer y accidentes cerebrovasculares (4).
De acuerdo con los datos de la UNICEF, a nivel mundial, alrededor del 21.3% de los niños menores de 5 años presentan desnutrición con retraso en el crecimiento, y el 6.9% presenta un peso bajo la estatura (5). La mala nutrición se considera el factor de riesgo más importante de enfermedad y muerte a nivel mundial y se asocia con el 52.5% de todas las muertes de niños menores de 5 años (6). La mala nutrición durante los primeros 2 años de vida es especialmente perjudicial ya que se relaciona con mayor riesgo de presentar infecciones respiratorias, diarrea, retraso en el desarrollo físico y cognitivo que en gran parte es irreversible, también conlleva a un bajo rendimiento escolar, lo que puede resultar en una reducción de los ingresos en el futuro (Figura 1) (6,7). Por otro lado, los adultos que sufrieron desnutrición durante los 2 primeros años de vida y luego aumentan de peso rápidamente durante la infancia y la adolescencia tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes y problemas cardiovasculares (6,8). Así mismo, los niños que tuvieron bajo peso al nacer o han tenido un retraso en el crecimiento intrauterino también presentan un mayor riesgo de presentar enfermedades crónicas durante la edad adulta (8).
En muchos estudios se ha comparado a niños en edad escolar que habían presentado un episodio de mala nutrición aguda grave en los primeros años de vida con controles de niños que no lo habían presentado. Estos estudios generalmente mostraron que aquellos que habían tenido desnutrición temprana tenían menores niveles de coeficiente intelectual, función cognitiva y logros escolares, así como mayores problemas de comportamiento. Incluso, algunos estudios que han evaluado en edad adulta a aquellas personas que habían presentado desnutrición moderada o severa en la infancia, mostraron tener mayores problemas de atención, menor estatus social y calidad de vida respecto a las personas que no habían tenido desnutrición en la infancia (2).
Casusas de la malnutrición durante los primeros años de vida
La malnutrición es una emergencia invisible, que se puede presentar en diversas formas; desde un niño que no alcanza su altura adecuada para la edad debido a la falta de recursos económicos, deficiencia de lactancia materna en los primeros meses o el acceso limitado de alimentos nutritivos. También puede presentarse en niños con carencias de vitaminas o minerales, en niños con obesidad por alto consumo de alimentos de baja calidad, o en niños extremadamente delgado y de estatura baja (5).
Según la UNICEF, las causas principales de la malnutrición infantil pueden clasificarse en tres factores; la inseguridad alimentaria de los hogares, la atención inadecuada y el entorno familiar insalubre, y la falta de servicios de atención en salud. Éstos a su vez, se pueden ver afectados por los ingresos, la pobreza, el empleo, la vivienda, los bienes y las pensiones, que también están determinados por factores socioeconómicos y políticos (Figura 1) (9).
Por lo que la mala nutrición es una combinación de factores socioeconómicos, políticos, de higiene y salubridad, y seguridad alimentaria que afectan el consumo de alimentos para la obtención de energía, proteínas y micronutrimentos como vitaminas y minerales necesarios para el desarrollo y crecimiento de los niños.
La malnutrición materna también está asociada con un incremento el riesgo del retraso en el crecimiento intrauterino y menores tasas de lactancia materna durante los primeros meses de vida del niño, por lo que también se considera un factor de riesgo importante para el desarrollo de mala nutrición en la infancia (8).
Figura 1. Causas y consecuencias relacionadas a la mala nutrición en los primeros años de vida
Cómo prevenir la mala nutrición en los primeros años de vida
El daño causado por un retraso en el crecimiento y cognitivo es irreversible y tiene consecuencias transcendentes, como la disminución del aprendizaje y rendimiento escolar. Por lo tanto, los primeros años de vida se considera como una oportunidad única de optimizar el estado nutricional de los niños para tener beneficios inmediatos y a largo plazo. El crecimiento y desarrollo óptimo en los primeros 1000 días de vida, disminuye la aparición de diabetes tipo 2, obesidad, hipertensión arterial sistémica y enfermedades cardiovasculares a corto y largo plazo, además es un periodo crítico para el desarrollo del cerebro y la función inmunológica que permite disminuir el riesgo de desarrollar diarrea y neumonías durante los primeros años (10).
Por consiguiente, los primeros seis meses de vida la leche materna es el mejor alimento. La UNICEF dirige sus esfuerzos a este período clave, con la finalidad de mejorar la nutrición materna, apoyar la lactancia materna temprana y exclusiva durante los primeros 6 meses de la vida del niño y continuando la lactancia materna con alimentos complementarios adecuados hasta los 2 años y más allá para asegurar una ingesta adecuada de vitaminas y minerales. Del mismo modo, es importante fomentar la educación y asesoramiento a las madres y los cuidadores sobre la alimentación de los lactantes y promover políticas y leyes de protección para que las madres puedan amamantar (11).
El tiempo idóneo para introducir alimentos sólidos es preferentemente a los 6 meses sin suspender la lactancia materna. Así mismo, la alimentación complementaria posterior a los 6 meses de edad debe ser oportuna, segura, adecuada y de alta calidad; proporcionando intervenciones adecuadas de micronutrimentos como la suplementación con vitamina A. Es importante promover la integración a la dieta familiar para evitar el riesgo de falla de crecimiento, deficiencias de micronutrimentos como vitaminas y minerales, así como otras enfermedades relacionadas posterior al año de vida. El tipo de alimentos introducidos dependerá principalmente la accesibilidad y disponibilidad de alimentos, intentando siempre cubrir todos los requerimientos de nutrimentos. Asimismo, proveer la mayor variedad posible facilitará la introducción del lactante a la dieta familiar y mejorar la calidad de ésta a durante la niñez y quizá la vida adulta (12).
El aporte energético de los alimentos sólidos deberá incrementarse progresivamente mientras que el aporte de la lactancia disminuya. Esto se logrará incrementando paulatinamente el tamaño de las porciones y la frecuencia de alimentación. De igual forma, la textura y consistencia deberá progresar de acuerdo con el desarrollo neurológico y motor del niño.
Por lo tanto, la nutrición es un componente fundamental y universalmente reconocido del derecho de los niños al disfrute del más alto nivel posible de salud, tal como se declara en la Convención sobre los Derechos del Niño. Los niños tienen derecho a recibir una nutrición adecuada y a acceder a alimentos adecuados y nutritivos, y ambos son esenciales para satisfacer el derecho al más alto nivel posible de salud.
Los niños bien alimentados son más saludables, más resistentes a las enfermedades y las crisis y se desempeñan mejor en la escuela. A medida que crecen, son más capaces de participar en sus comunidades y de contribuir a ellas.
Referencias
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